miércoles, 30 de julio de 2014

Bullying, acoso escolar e incompetencia de los profesores

Hace varios años sufrí algo así como acoso escolar (en el instituto). No fue muy fuerte, no llegaron a darme palizas ni mucho menos, pero psicológicamente fue mucho para mí. Así que voy a contar la historia, para denunciar de alguna manera que en los institutos hay mucho hijo de puta, mucho malcriado, y mucho profesorado incompetente que no tiene ni puta idea de nada.

La semilla de todo el conflicto comenzó cuando empecé la secundaria. Yo había llegado a ese instituto con una amiga mía de la primaria. No tenía más que una amiga, porque era la única niña con la que congeniaba (siempre se me hizo difícil congeniar con gente, incluso ahora, y en aquél entonces sólo la tenía a ella como amiga, a pesar de que nos peleábamos con mucha frecuencia).

Yo estaba relativamente contenta por el cambio de aires, había pasado de un deprimente colegio lleno de niños catetos (aunque había algún que otro niño listo, afortundamente) a un instituto lleno de adolescentes catetos. Era un cambio, al fin y al cabo.

En los primeros días, sólo andaba con esta amiga de la primaria, llamémosla A. Y al cabo de un par de semanas de empezar 1º de secundaria, un día, en una clase, se nos acercó S (otra niña de cuyo nombre no quiero acordarme). Fue agradable y simpática. Y a mí nunca me gustó la gente que es tan agradable y tan simpática. De hecho me da un poco de repelús y evito a ese tipo de gente. Se hizo amiga nuestra al instante y empezó a andar con nosotras en los recreos, y a sentarse con nosotras en las clases. Así que, aunque no conseguía saber si S me caía bien o mal, al final la acepté como compañera.

Todo parecía marchar bien hasta que un día, de repente, ellas dos, A y S me dieron de lado. Cuando pregunté qué pasaba, S (la "simpática"), me dijo literalmente:
    No queremos estar más contigo, porque eres una falsa.

No me lo tomé mal, realmente. Me quedé pensando en qué era exactamente ser una falsa, en qué había querido decir. Al fin y al cabo, yo siempre había sido correcta con S, y en cuanto a mentir, nunca supe hacerlo (salvo que me encuentre bajo circunstancias apremiantes), así que lo de "falsa" no podía ir por ahí.
Lo dejé estar así, y seguí tratándolas con cordialidad a A y a S, al fin y al cabo, yo no había hecho nada, y ellas habían decidido no ser amigas mías por sí solas, la verdad, no me importaba gran cosa. Hasta que un día, tras saludarnos, S sugirió que volviésemos a ser amigas las tres. Yo me negué, simple y llanamente, porque no me fiaba de ellas dos, aunque tuviese una relación de compañerismo con ellas. Y fue ahí cuando empezó todo.

"S" se dedicó a difamarme a más no poder. A, que había sido amiga mía desde siempre, le seguía el cuento. Eso sí me dolió. Podía entender que no quisiese ser más mi amiga, pero no podía entender por qué mostraba una actitud hostil contra mí. Pudo ser que se sintieran ofendidas por rechazar su propuesta de amistad, pero aún siendo ése el motivo, no tenían derecho a sentirse así, ya que ellas me habían dejado de lado antes. Y yo no iba a andar como ellas mandasen. Prefería mil veces pasarme los recreos sola (así estuve la mayor parte de la secundaria, salvo el último año), que con personas con las que sentía que no acababa de congeniar.

¿En qué consistían las difamaciones de mis queridas S y A? En todo tipo de burradas que prefiero no escribir aquí. Además, ya se me olvidaron muchas de esas mentiras. No me dolía lo que dijesen de mí, eso me daba igual, lo que me dolía era la actitud.

"A" no fue más allá, pero "S" sí. Se dedicó a insultarme (ya no difamarme), y a acosarme. La ignoraba o le respondía con la misma moneda, según el humor que tuviese ese día. Pero se ve que se cansó, y decidió probar algo un poco más fuerte. Un día, iba yo caminando tan tranquilamente por el pasillo, cuando viene y me empuja por detrás. Y yo, con mis tiernos 11 años, siendo una inocente niña, un mero reflejo de lo que soy actualmente, reaccioné, me encaré a ella y la empujé de vuelta. Si ella quería, no tendría yo más remedio que pelear si tanto insistía en buscar pelea. Bueno, en realidad estaba deseando aplastarle su porcina cara contra el suelo aunque no me hubiese empujado, pero el detonante fue ese (se me olvidaba mencionar que ella sufría también acoso por su peso). Y justo en ese momento, una chica de la que me había hecho amiga, nos separó y trató de apaciguarme. Creo que esa fue la primera vez que sentí ira (aunque como pude comprobar después, no era ira propiamente dicha.

Pasaron dos años más de la secundaria en relativa tranquilidad. Una vez al año, más o menos, S volvía a intentar empezar con los insultos, y con el tiempo, sólo me demostró que lo único que le pasaba es que era una envidiosa (aunque realmente no sé de qué tenía envidia, la verdad). Cuando acabé la secundaria pude ponerme a pensar tranquilamente en el tema, y me di cuenta de que lo que S tenía era un complejo de inferioridad enorme, abismal, terrorífico. Ella sufría burlas por su peso, le dolía, se sentía humillada, y para intentar sentirse alguien, trataba de humillarme a mí. ¿Por qué a mí? Siempre supuse que el motivo era que no tenía muchas amigas y era muy tranquila. Solía ignorar mucho a la gente, iba a mi bola. Así que creo que pensó que sería una víctima fácil. Pero durante dos años no volvió a intentar pasarse de insultarme un poquito y ya está.

Fue el último año de la secundaria cuando vino el problema definitivo.
Ese año habían llegado nuevas a nuestra clase cinco chicas. Ellas cinco y S formaron un grupito que parecía una especie de mini-secta. No se separaban ni para mear. La cabecilla era una chica guapísima (el resto eran más bien feúchas, la verdad, así que supongo que por eso la guapa era la líder), pero no tenía nada de cerebro.
Cuando S entró en período de intentar insultarme (solía durarle un mes aproximadamente, yo solía decir que era su época de celo), cuatro de las cinco chicas nuevas le siguieron el rollo. Como S se vio alentada por su rebaño de focas, se le subieron los humos. Y la cosa empezó a ir a más grave. Acoso, en el más pleno sentido de la palabra. No me dejaban en paz ni cuando salía a la pizarra cuando me mandaban. Y solía responder con insultos, o ignorarlas, como siempre, dependía de qué humor tenía yo ese día.
Como quería evitar que el problema fuese a más de forma pacífica, resolví hablar con el orientador del instituto. Un señor que se encargaba de mediar en estos casos (y por cierto, creo que era psicólogo). Fui a su despacho, le conté todo, me desahogué (porque ya estaba casi al límite de mis fuerzas), lloré, y él me dijo que tenía que ignorarlas, que pararían con el tiempo porque se aburrirían de que no les hiciera caso.

Bien, pues había que intentarlo. Lo intenté durante una semana, y la cosa sólo iba a peor. Al final, parte del conflicto estalló en una pelea verbal y casi física en medio de un pasillo, cuando iba yo caminando con mi mochila al hombro, y una de las del grupito (no era la famosa S), me empezó a agarrar la mochila por detrás y a empujarme. Evidentemente, me volví, la llamé "hija de puta" y la empujé fuerte. Hay que tener en cuenta que la susodicha que me empujó esta vez era huérfana de madre, por lo que se enfadó mucho, y me amenazó con que no insultara a su difunta madre. A lo que le respondí que no me daba pena una víbora como ella, ni me causaba el menor remordimiento llamarla hija de puta. Me volví y me fui de allí, y me extrañó mucho que no intentasen seguir con el conflicto.

Al día siguiente me llamó la directora del centro. A mí, a S y a la que me había empujado el día anterior, a la que llamaré simplemente Hijadeputa. Resumiendo, ellas dos habían ido con el cuento de que yo las había insultado a ellas, sin ellas haberme hecho a mí. Yo, obviamente, expliqué que eso no era verdad, que hacía meses que soportaba sus insultos y sus acosos, y que me había defendido. ¿A quién creyó la directora? A ellas, por supuesto. ¿Y cómo pretendió solucionar el conflicto? Esa es la mejor parte. Nos dijo que nos pidiésemos perdón mutuamente e hiciésemos las paces. Yo me negué, pero al final tuve que hacerlo. Es decir, me obligó a humillarme todavía más delante de esas puercas asquerosas. ¿Qué mierda? Éramos chicas de 15 años, no niñas de 5. Un problema así no se soluciona con "pedirse perdón" y ya. Incluso mi madre llamó a la directora para quejarse del problema, pero no le hicieron ni puto caso. En fin, incompetentes todos.

Y no, aún no acaba la cosa, todavía queda el desenlace.
Estaba yo entrando en un aula, con dos chicas con las que solía hablar normalmente. Me senté en la primera fila, y antes de que se sentaran las dos chicas, se me acercó S. Me dijo:
    Levántate de ahí, que en esta fila nos vamos a sentar nosotras.
Le respondí:
    Quítame tú de aquí.
Mis dos futuras amigas ya se habían sentado en la segunda fila, y una de ellas me dijo que me sentase a su lado. Así que entonces me levanté, y S se cruzó conmigo tan pegada a mí (el hueco entre las filas de mesas era muy estrecho), que la pisé sin querer. Me empujó y me dijo entre dientes: "A mí no me pises, ¿eh?".
Ahí fue cuando exploté definitivamente, tras cuatro años aguantando estupideces. Ahí fue cuando me di cuenta de que nunca había sentido ira en mi vida, porque la estaba sintiendo en ese momento. Sentí como si quisiese sacarle las entrañas con mis propias manos. Empecé a gritarle no me acuerdo qué cosas, le solté una patada lo más fuerte que pude, y dejé caer lo que llevaba en las manos lista para dejarle la cara hecha un cuadro. Pero el profesor llegó pronto al aula, puso orden, y por desgracia sólo me había dado tiempo a darle un par de patadas y forcejear un poco.
Nada más llegar el profesor, se fue corriendo a la fila de atrás. El profesor preguntó que por qué nos peleábamos entre compañeras. Y ella respondió casi llorando "ESA (señalándome con una mirada medio asustada) no es compañera mía". Y ahí fue cuando me empecé a reír, pues todavía sentía la sangre en ebullición y unas ganas enormes de aplastarle la cara contra la pared. Estaba frenética, deseando pillarla para desahogarme por todos aquellos meses de acoso, y a la vez estaba liberada, feliz de verla asustada.

¿Quién se fue con el rabo entre las piernas, llorando al final? Esa puerca asquerosa.

¿Y en cuanto a los profesores? Por favor, son patéticos.

¿Qué mierda esperan diciéndole a un alumno que está siendo acosado que ignore a sus acosadores? ¿Qué coño se les está enseñando? ¿Que acaso los acosadores no van a ser castigados nunca, y los que somos más tranquilos y no molestamos a nadie vamos a tener que tragar toda la mierda? ¿Quieren que nos volvamos corderitos mansos que no defendamos nuestra dignidad cuando nos están humillando?
Todo ese rollo de "no vale la pena macharse las manos por esa gente" es una mentira. Siempre nos manchamos las manos, de una forma u otra. Yo me habría sentido más sucia si nunca hubiera plantado cara, si nunca hubiese estallado como lo hice, si me hubiese quedado en silencio, soportando (porque ignorar es imposible). Me defendí, me sentí orgullosa de mi misma. En otras circunstancias me habría asustado ante mi propia reacción, pero... realmente ahí aprendí a aceptar que mi lado negativo, mi lado oscuro no es malo, porque no predomina, sólo sale cuando debe.
Nadie volvió a molestarme durante los dos años que continué estudiando en ese instituto.

No digo que los profesores de un instituto tengan que decir a los alumnos "eh, si os acosan, dadles una paliza a los acosadores". Precisamente hay que evitar ese tipo de cosas. Me hubiera conformado al principio con que hubiesen sancionado a esa manada de perras con una buena expulsión, con que me hubiesen hecho caso, con que su actitud hubiese tenido consecuencias. Pero nadie hizo nada, y al final acabó todo como acabó, conmigo mostrando mi peor lado, mi lado violento. Afortunadamente, el profesor no dio parte de lo que había pasado en clase, así que no tuve ninguna consecuencia (porque de haberlo hecho, habría sido yo la expulsada, sin ninguna duda).

Fin de la historia.

jueves, 10 de julio de 2014

Cosmética barata vs. cosmética un poco más cara

Cuando era más jovencita solía pensar: "¿por qué hay cosméticos que son más caros que otros? ¿no son la misma cosa?".
Claro, con 15 años no tenía ningún tipo de problema en la piel, tan sólo los granitos típicos de la edad. Por lo demás, usaba crema hidratante normal, maquillaje normal, y champú normal. Todos de marca blanca, menos el champú (el champú de marca blanca lo empecé a usar más tarde).

Sin embargo, los años me hicieron ver que efectivamente, no es lo mismo.
Toda esa cosmética de marca blanca, unido a que mi piel al parecer es muy sensible, causaron que a largo plazo me surgieran cosas como dermatitis, que la piel de la cara se volviese seca y grasa a la vez (es decir: tengo la piel grasa, pero tirante, y se descama con facilidad). Al final, lo barato sale caro en más de un sentido: en el económico (por haber pasado tanto tiempo experimentando con según qué cremas), y en el de la salud (los problemas antes mencionados).

¿Y ahora qué? Acostumbrada a comprar cosas más bien baratas y a ahorrar, me duele un poco en el alma (y en la cartera) el gastarme más de 10 euros en una crema, o en un champú especiales para pieles sensibles e hipoalergénicos. Pero... al final, llego a la conclusión de que durante toda mi vida gasté más dinero en cosas que me causaron problemas, así que doy fe de que vale la pena si uno puede económicamente. Y que por cada tres botellas de champú barato (que duran menos, encima, porque hacen falta 2 aplicaciones) pude haberme comprado una botella del champú que usé toda la infancia (el que volví a usar ahora); y por cada tres tarros de crema hidratante pude haber comprado un tubo de crema que me pudo haber evitado los problemas de la piel.

Y ya no hablemos del maquillaje, que afortunadamente ya no lo uso nunca.

Es genial que haya gente a la que le va bien la cosmética más bien barata y de calidad menor. Ojalá yo fuese una de esas personas... pero por hacer el tonto, pude comprobar que efectivamente los productos algo más caros son los que funcionan de maravilla (para mí). Y he de aclarar que hay que distinguir aquellos productos cuyo precio es más bien por la marca que por la calidad.

Cada piel es un mundo...


viernes, 4 de julio de 2014

̶R̶a̶b̶i̶e̶t̶a̶ Opinión sobre un programa para el ordenador

En la entrada de hoy voy a hablar de cierto programa que NO RECOMIENDO PARA NADA. Y sí, estoy un poquillo (sólo un poquillo) cabreada.


El programa en cuestión es "Freecorder", un programa gratuito. ¿Para qué sirve servía? Para muchas cosas, como por ejemplo, guardar vídeos de youtube, grabar canciones (pones el vídeo y le das a grabar, y guardas la canción sin necesidad de descargar en ninguna página)... aunque bueno, eso era al principio, ya que en versiones posteriores le añadieron más funciones como grabar la pantalla del ordenador, conversor de formatos de audio y vídeo, meter software malicioso en el ordenador... etc.

Lo descargué por primera vez cuando compré el ordenador. Todo bien. Funcionaba perfecto. Recuerdo que era el Freecorder 4. O el 3. Bueno, en realidad no lo recuerdo. El caso es que todo funcionó como la seda hasta que se me ocurrió descargarme el 6, para irme actualizando, ya que iban añadiendo más funciones...
Al descargarlo, me modificó cosas de la configuración del navegador (bueno, de todos). Nada, era poca cosa y lo solucioné.
Y todo se jodió cuando descargué la última versión, justo hace unas horas. Me instaló un montón de mierda programas maliciosos; uno que era algo así como "netcrawl", otro que era "sweet...(nosequé)", otro que era algo como "pc speed..." (que aceleraría el rendimiento del ordenador, pero que es un virus, vamos), y alguno más.

Los desinstalé todos, incluido el Freecorder.

Y nunca más vuelvo a descargar este truño este programa.

Por eso hago este post.

Aunque lo lea poca gente.

Así que ahí lo dejo.


Y ahora que me sosegué un poquito, aclaro que: aunque parezca mentira, no pretendo hacer buena ni mala publicidad de este... programa. Simplemente escribí una opinión personal (mientras sufría un ataque de ira) en base a mi experiencia (la causante del ataque de ira).

Nada más que añadir.